martes, junio 16, 2015

¡COMO TE PARECES A TU PADRE!


El otro día, por enésima vez en los últimos nueve años, alguien se acercó, me puso la mano en el hombro y en un tono como de pedir excusas que no sé como interpretar, me dijo:
"Perdona pero te lo tengo que decir: ¡hay que ver como te pareces a tu difunto padre!...."
Yo, como siempre, no supe exactamente qué contestar, no dije nada y el "alguien" de turno compuso una cierta mueca de incomodidad yéndose por donde había venido.
¿Y qué quiere que le diga?
Porque como dice la progenitora,si  yo me pareciese al cartero o al hombre que reparte las bombonas de butano, eso sería inquietante y peligroso para su reputación ( la de ella, claro ), pero ¡que me parezca a mi padre!... eso es de cajón, ¿no?
La progenitora en estos casos siempre me sale con esos chistes fáciles sobre sus posibles aventuras extramaritales con los especímenes masculinos que visitan periódicamente su puerta, y lo hace porque sabe que a mi, en el fondo-fondo, me repatea un poco que me digan eso. Con mi padre siempre tuve una relación pésima, desde que tengo memoria recuerdo estar siempre en contra de todo lo que hacía y decía porque nunca comprendí ( ni hice por comprender, porque me parecía incomprensible ) su postura ante las distintas cosas que nos fueron sucediendo en la vida y, por feo que suene decirlo, se convirtió en el paradigma de hombre con el que yo nunca me quise identificar.
Después de morir él me he cuestionado muchas veces cuanto había de cierto en mi punto de vista y cuanto de sistemática cerrazón hacia todo lo que venía de él, pero sin duda siempre he creído que equivocado yo o no, siempre he hecho y voy a hacer las cosas mejor...

...así que sí, cuando me sacan lo del parecido pues en principio no me sienta bien.

Pero cuanto más pasa el tiempo, más me miro en el espejo, me observo como si me viese desde lejos y puede que sea cierto, que cada día que pasa nos parecemos más. Y ese parecido no tiene nada que ver con la forma de andar o el tamaño de las orejas, es algo más profundo y sutil en lo que solo reparo yo y que me hace comprender ahora cosas a las que cuando él vivía yo no encontraba explicación.
En esos casos siento que le odio un poco por la manera que ha encontrado de perpetuarse a través de mi y continuar de alguna forma estando entre nosotros, pero a la vez me siento extrañamente tranquilo y orgulloso por haber conseguido reconciliarme con una parte integrante de mi mismo que nunca acepté y que siempre quise negarme que existía.

Él era él  y hoy yo soy yo, pero hay algo con lo que no puedo ni quiero luchar y es entender que hay algo suyo que sigue aquí y que yo llevo bajo mi piel...